Pasodobles


El Pasodoble es un género musical que reúne en sí mismo la fusión entre lo popular y lo solemne, el pulso marcial y la celebración lúdica, haciendo de él un estandarte de la música de bandas en España. 
 
Su presencia ineludible en los desfiles, en las plazas de toros, en los festivales de moros y cristianos y en las actuaciones de las agrupaciones musicales lo convierte en un fenómeno de arraigo colectivo y cultural: cuando una banda inicia esa marcha binaria en 2/4 —o incluso 6/8 en ciertas versiones— el público sabe que se aproxima un instante de exaltación.

El origen del pasodoble no es único ni definitivo, sino más bien un cruce de caminos entre la tonadilla escénica del siglo XVIII, la danza popular heredera de pasacalles del siglo XVI–XVII y la marcha militar de infantería de tipo binario —posible derivación del francés pas-redouble, diseñada para que los soldados marcharan “a paso doble” (aproximadamente 120 pasos por minuto) en desfiles.

Desde la tonadilla escénica —aquella pieza breve que servía de conclusión a los entremeses o de intermedio en las comedias— surgió un estilo musical que incorporaba letras populares, melodías ligeras, ritmos de seguidilla, fandango o jota, y que ya en su maduración hacia el tramo 1770-1790 incluía descripciones de corridas de toros o escenas populares.

Paralelamente, la hipótesis militar sostiene que una marcha rápida de infantería, adoptada por las bandas y transformada por la cultura española, se convirtió en la estructura rítmica que hoy reconocemos como pasodoble.

Fue en el siglo XIX cuando este ritmo abandonó casi exclusivamente el ámbito militar para entrar en la música taurina y festiva, adoptando arreglos más armónicos, cadencias andaluzas, influencia flamenca en la melodía, y siendo incorporado al repertorio de zarzuelas o de bandas de música municipal.

De esta forma, el pasodoble que interpretan las bandas en desfiles y conciertos responde a una tradición que mezcla estructura marcial, melodía popular, celebración colectiva y, en muchos casos, asociación con la fiesta taurina.

En su versión para banda, el pasodoble suele comenzar con una introducción breve, seguida por dos secciones principales: una primera parte brillante, con figuraciones y metales al frente, y una segunda parte —o trío— más melódica, más lírica, con intervenciones de viento madera y solos que permiten un respiro expresivo.

El compás es típicamente 2/4, aunque hay variaciones. Este pulso vigoroso crea la sensación de avance, de desfile, de paso firme. 

En el contexto del baile social, el pasodoble exige que la pareja dé un paso por cada tiempo, los cuerpos estén paralelos y ligeramente desplazados hacia la izquierda, la mano izquierda del hombre y la derecha de la mujer permanecen unidas, y la actitud es estirada, con “pecho y metiendo costado”, según la descripción clásica.

Cuando una banda de música aborda un pasodoble en concierto o en plaza, la instrumentación busca ese contraste entre vigor y elegancia, con trompetas, trombones, tuba, percusión marcada, y en la segunda parte flautas, clarinetes, más suave articulación; al final, un cierre brillante que busca el aplauso y el brío festivo.

El pasodoble ocupa un lugar central en la banda de música española, ya sea municipal, de regimiento, o de agrupación festera. En los desfiles de moros y cristianos del levante, por ejemplo, el pasodoble se ha convertido en pieza clave de las comparsas.

En la fiesta taurina el pasodoble acompaña al paseíllo, a la salida del matador, al cortejo solene del toro, a momentos de tensión o de triunfo. Medios especializados lo describen como “la música de las arenas”.

Asimismo, la presencia del pasodoble en verbenas, en celebraciones populares, en actos patrióticos o festivos, lo convierte en un “himno colectivo”, un puente entre la banda de música y la comunidad, entre la tradición y el festejo.

Cuando se habla de los pasodobles más escuchados de todos los tiempos, uno está hablando de ese repertorio que se ha adherido a la memoria colectiva: composiciones que son referencia para bandas, audiciones, conciertos, verbenas, desfiles y que permiten identificar de inmediato, en cualquier parte de España, el género, la instrumentación, el proceder del público.

Entre las obras más populares que han llegado al imaginario de bandas y público destacan piezas como Paquito el Chocolatero, de Gustavo Pascual Falcó, que con millones de visualizaciones en plataformas online reafirma su arraigo; Amparito Roca de Jaime Texidor Dalmau; El Gato Montés de Manuel Penella Moreno; España Cañí de Pascual Marquina Narro; Suspiros de España de Antonio Álvarez Alonso; La Gracia de Dios de Ramón Roig y Torné; Ragón Falez de Emilio Cebrián Ruiz; El Abanico de Alfredo Javaloyes López; Cielo Andaluz de Pascual Marquina Narro, entre muchos otros que figuran en esa lista. 

Estas obras no sólo han sido muy interpretadas, sino que han ayudado a perfilar la identidad del pasodoble como género: al ejecutarlas, las bandas evocan rituales sociales, memoria colectiva, festejo, recorrido por las plazas y por los desfiles.

Para quienes deseen disfrutar de una selección de pasodobles interpretados por bandas de música, se recomienda la siguiente lista de reproducción:

El pasodoble, con su energía y tradición, continúa siendo una expresión musical que une a comunidades y celebra la riqueza cultural de España. Su interpretación por bandas de música no solo preserva una herencia artística, sino que también ofrece al público momentos de alegría y emoción. 
 

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